Las calabazas son de los frutos mas espectaculares del huerto por su variedad de formas, colores y tamaños. Hablamos de calabazas de invierno porque son las que dejamos madurar y guardamos para esos meses; las de verano son, en principio, los calabacines que comemos mas tiernos y de los que ya los estamos dando buena cuenta. Como sabéis, esta temporada tenemos el verde y el redondo de Niza.
Pertenecen a la familia de las cucurbitáceas al igual que los melones, las sandías, los pepinos y 850 especies mas…
Si hablamos del color de su corteza las podemos encontrar naranjas, rojas, amarillas, verdes, blancas, negras, amarillas, grises e incluso azules. También la carne presenta colores variados, desde el crema al naranja intenso. Por no hablar de las formas: Redondas, alargadas, planas, puntiagudas, lisas, rugosas, ovaladas o en forma de botella. Y claro, tenemos calabazas que caben en una mano y calabazas de mas de 20 kgs.
Crecen con relativa facilidad en un amplio rango de climas templados. A pesar de que en el Val Miñor rara vez se producen heladas, nosotros nunca forzamos la siembra y empezamos a trasplantar cepellones a partir de abril. Su temperatura óptima de desarrollo estará entre los 12º y 24º.
Como podéis ver en la foto, les hemos reservado un buen sitio en la «finca Aquilina» ya que necesitan mucho espacio y muchas horas de luz.
Se trata de un cultivo poco exigente y, dado que pueden enraizar hasta 1,5 m. de profundidad, son bastante resistentes a la sequía. A pesar de esto, es preferible que no le falte agua, un riego copioso y espaciado le va muy bien; en nuestro caso, al tener riego por goteo intentamos mantener el suelo en perfecto tempero para que no le falte humedad. Además, como ocurre con todas las cucurbitáceas, mojar las hojas estimula el crecimiento de hongos, lo que puede causar que las hojas de la planta se marchiten y mueran.
Eso si, para las calabazas que se van a guardar es muy importante dejar de regar unos 20-30 días antes de su cosecha. Así que, como habéis visto, con un buen cuidado y pleno sol obtendremos buenos frutos que bien conservados nos durarán unos meses y disfrutaremos en la mesa de invierno de un dulce regalo del verano.