El tomate es una planta perteneciente a la familia de las solanáceas, al igual que los pimientos, las berenjenas o las patatas. Se introdujo en Europa alrededor de 1520, después de la conquista de Méjico y, curiosamente, su forma silvestre era parecida al tomate cherry a partir del cual se desarrollaron los tomates de fruto mas grande.

Se trata de una planta autógama, es decir, no es necesaria la participación de insectos para que se polinice. Para ayudar a que las plantas cultivadas en invernadero se aoutopolinicen un poco de agitado manual no les viene mal.

Al tratarse de una hortaliza de fruto, es mejor evitar rotarlos después de otra solanácea y lo ideal sería plantarlos después de un abono verde (puede ser un cereal) o de liliáceas, es decir, puerros, ajos o cebollas. Tampoco les viene nada mal rotarlos después de una leguminosa como los guisantes o las habas, ya que estos captan nitrógeno del aire y lo fijan en el suelo favoreciendo el crecimiento del siguiente cultivo.

Como en años anteriores, esta temporada hemos trasplantado los tomates en dos tandas para tratar de espaciar un poco su recolección e intentar alargarla lo máximo posible. De hecho, ayer mismo terminamos de plantar la segunda tanda.

El invernadero 3 lo estrenamos a principios de marzo trasplantando las 300 primeras plantas de este año. Las variedades elegidas son raf, verdi y una autóctona que denominan tomate de kilo (no debe ser un tomate pequeño…).  Ayer colocamos otras 150 plantas, 80 Negro de Santiago y 70 de tomate en rama, que los probamos este año por vez primera. El Negro de Santiago también es un tomate autóctono y, para nosotros, el mas rico de todos, un clasico ya en a Leira de Lola.

Y, por supuesto, este año tampoco pueden faltar los cherrys tan dulces y vistosos que tuvimos en temporadas pasadas. En este caso proceden de un vivero del País Vasco porque tienen las variedades que tanto nos gustaron, así que, si todo va bien, a principios de julio podremos disfrutar de los cherrys amarillos, rojos y negros.