Siempre hablamos de que en el campo gallego tenemos dos temporadas. La de invierno y la de verano. Esta última nos está diciendo adiós para dar paso a las hortalizas de hoja como las acelgas o las crucíferas como el kale.
Poco a poco vemos que las plantas que hasta hace bien poco estaban frondosas y cargadas de frutos se van marchitando y muy a nuestro pesar tenemos que arrancarlas. Es ahora cuando el campo exige un mayor esfuerzo ya que es una labor que requiere mucho tiempo y trabajo. Siempre surgen imprevistos, como que a estas alturas no haya llovido y no podamos plantar nada en la «finca Aquilina» totalmente exterior. Este echo supone que tenemos que estructurar de nuevo lo planificado hasta ahora.
Hay un factor decisivo a la hora de planificar el huerto, y son las rotaciones. Son necesarias para que la tierra no se desgaste. Un ejemplo de ello es que no podemos plantar repollos después de tomates. Ambas son nutricionalmente exigentes e incompatibles a la hora de rotar. En cambio, si sembramos guisantes después de tomateras obtendremos seguro una buena cosecha porque los guisantes además de ser poco exigentes, fijan nitrógeno a la tierra que se había «comido» por así decirlo los tomates.
Otro factor y no menos importarte es la obtención de las plantas. Aquí, al no ser un lugar agrícola no hay proveedores ecológicos cercanos y tenemos que echar mano de productores del País Vasco o Andalucía.
En el próximo cuaderno de campo os contaremos los avances realizados para el cambio de temporada.