Una vez que hemos obtenido nuestras propias semillas de la manera que explicábamos en la anterior entrada, ahora toca sembrarlas. Para un cultivo casero podemos hacerlo directamente en macetas o hacer lo que se denomina una siembra de selección.
Para ello llenamos una bandeja con sustrato de siembra. Lo ideal es que lo elaboremos nosotros mismos o que sea de procedencia ecológica porque los sustratos comerciales tienen aditivos químicos. Un buen sustrato se debe componer en un 50% de fibra de coco (o compost de hojas o helechos), 40 % de lombricompost y un 10% de perlita o vermiculita para que retenga la humedad.
Después distribuimos las semillas en una maceta grande y lo cubrimos con una capa fina de arena o mantillo. Cuando las plantas han desarrollado entre dos y cuatro cotiledones, elegimos las plantitas mas vigorosas y las repicamos en una bandeja de alveolos. Habrá que vigilar diariamente el riego ya que las bandejas alveoladas sufren fácil deshidratación.
Cuando los plantones están lo suficientemente desarrollados (por ejemplo, en los calabacines o calabazas estos sucede cuando tienen tres hojas verdaderas) procederemos a su trasplante en la tierra o en los bancales al uso. Si el suelo está mullido se puede hacer directamente con la mano o con la ayuda de un plantador. La profundidad del trasplante también dependerá de las características de las plantas. Después se cubre bien con la tierra y se riega abundantemente cada pie para que la planta agarre bien, es decir, para que cohesione la raíz con la tierra y tenga un mejor enraizado.