Las berzas, seguramente junto con los grelos, sean el cultivo tradicional mas popular en los huertos gallegos. Y en general también del norte de España. Ninguna leira que se precie prescinde de sus pies de berza en cualquiera de sus variedades: Lisa, rizada, blanca, asa de cántaro…

Pues bien, hace unos años investigadores del CSIC pertenecientes a la Misión Biológica de Galicia, descubrieron el potencial antioxidante de esta humilde planta gallega, con lo que dio un salto cualitativo para convertirse en exponente de los cultivos hortícolas de las brasiccas (familia de crucíferas a las que también pertenecen el repollo, la coliflor o el brócoli).

Los estudios realizados demostraron que, aunque todas estas brasiccas tienen efectos muy beneficiosos para nuestro organismo, la berza es la que mayor poder antioxidante tiene de todas ellas. En concreto, la relación que ordena de mayor a menor la capacidad de neutralización de los radicales libres se sitúan tras la berza, el brécol, la col asa de cántaro, el nabicol, el repollo y, por último, la coliflor.

Comiendo de forma habitual estas ricas hojas, los gallegos llevan siglos luchando de forma natural y sin alardes contra los radicales libres, así como contra otras enfermedades cardiovasculares, inflamatorias y neurodegenerativas (según el recuento de los científicos) derivadas también de la excesiva acumulación de estas moléculas en el organismo.

Habitualmente esta verdura se consume hervida en agua que, por norma general, va a parar a los desagües a través del fregadero. Pues bien, lo ideal para aprovechar todas sus virtudes es ingerir también este líquido, así que nuestro organismo nos agradecerá un rico caldo de berzas de forma periódica.